martes, 29 de septiembre de 2009

Curso gratuito de Creatividad este sábado‏

El Consejo Corpus Christi de los Caballeros de Colón te invita a un curso sobre

La creatividad: Una herramienta para resolver problemas

Impartido por los ings. Alberto Quiroga, Director de Proyectos de SICAA y Moisés Mirelles, Director General de Lúdica

Para todos nosotros es común tener problemas y es parte de nuestra vida tratar de resolverlos. En muchos casos, no existe un libro con las respuestas y éstas deben salir de nuestro ingenio. Con este curso, conocerás de una manera divertida y entretenida como todos podemos ser más creativos de lo que imaginamos…

¿Cuándo será?

El sábado 3 de octubre del 2009

¿En dónde?

En el salón del Consejo, Lidia 100 primer piso, col. Guadalupe Tepeyac. G.A. Madero D.F. Estamos a unos metros de Av. Noé, atrás del templo de Corpus Christi

¿La hora?

Estaremos desde las 4 de la tarde hasta las 8 de la noche

¿Qué llevo?

Te recomendamos traer lápiz o pluma y cuaderno, si gustas cooperar con galletas o bocadillos son bienvenidos pero sobre todo y lo más importante, ganas de aprender y de pasar un rato agradable.

¿Cuánto cuesta?

Nada, aunque parezca increíble no cobramos porque aunque los intructores son profesionales, conseguimos su apoyo para ofrecerte un servicio gratuito como una manera de colaborar para el bien de todos.

¿Debo reservar?

Si confirmas tu asistencia nos ayudas para tener una idea aproximada de la gente que asistirá y estar preparados en cuanto al material y la logísitica del curso, pero si por alguna razón no pudieras confirmar, de todas maneras eres bienvenido(a) el día del curso.

¿Puedo ir con mis hijos?

Si tus hijos tienen 12 años o más, pueden asistir al curso. Si son pequeños, también los puedes traer, pues tendremos actividades recreativas para ellos.

Si tienes alguna duda, por favor escribe a ccorpusch@hotmail.com o marca al 04455-3101-8531 con Alberto Quiroga

“Sirviendo a uno, sirviendo a todos”

El primer emperador de México.





Generalmente pensamos en América como un cúmulo de repúblicas con más o menos historia que contarnos. La idea de una monarquía en América nos parece anacrónica y fabulosa, pero no obstante, es real. De hecho, en el continente americano, aparte de aquellas dinastías precolombinas de las que en Europa apenas sabemos nada, han existido cuatro monarquías en distintos momentos de la historia: el imperio de Brasil, el reino de Hawai’i, el imperio de Haití y el imperio de México.

Agustín de Iturbide, futuro emperador de México, era el hijo menor de José Joaquín de Iturbide y Arregui (que había desembarcado en el Virreinato de Nueva España en su adolescencia, procedente de Navarra) y de María Josefa de Arámburu y Carrillo (de una familia criolla originaria del País Vasco). Agustín nació en Valladolid de Michoacán (ahora llamado Morelia) en 1783, y gracias a las rentas de su padre tuvo una infancia holgada y feliz. Un apasionado de las armas, se enroló en un regimiento de las milicias provinciales

En 1789 había estallado la Revolución francesa, y las ideas de la misma se propagaron por toda Europa y sus colonias americanas. En Nueva España había unos 70.000 españoles.

Afectado por este espíritu de libertad y liberalismo, Agustín empezó a defender la independencia de su tierra. Tuvo tiempo para casarse con una joven de familia hidalga y bello rostro, Ana María Huarte y Muñiz, cuya madre estaba emparentada con los marqueses de Altamira. La pareja empezó a procrear , y pronto coleccionó una ristra de hermosos hijos.


Una vez estallaron las sublevaciones en la región, Iturbide dio muestra de su a veces violento carácter, inspirado en el Terror de Robespierre. En 1820 España se encontraba sumida en el caos, con el rey Fernando VII atrapado entre liberales y conservadores. Fue el momento ideal para declarar la independencia, y el día de su cumpleaños de 1821 llegó a México DF, donde fue cálidamente recibido. Con el gobierno anterior a punto de caer, Agustín de Iturbide se proclamó Presidente de la Junta Provisional. No obstante, su sueño no se había cumplido todavía, y en 1822 se autocoronó emperador de México en la catedral del DF. Así, México pasó a tener una familia real, compuesta por él, su esposa doña Ana María, sus siete hijos, ahora príncipes Agustín Jerónimo, Sabina, Juana, Josefa, Ángel, María Jesús y Salvador, además de su padre, don José Joaquín, y su hermana, María Nicolasa. Además de sus siete rorros, Agustín y Ana María tuvieron dos hijos más: Felipe y Agustín Cosme (otra hija, María Dolores, había muerto en la cuna en 1819).


La situación en México, a pesar de todo, seguía siendo insostenible. Nadie daba nada, pero todos pedían algo, y pronto el territorio empezó a perder varias zonas meridionales que ahora componen las naciones de El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y hasta Panamá. Poco después, Iturbide abandonó México, rumbo a Europa, la tierra de sus antepasados. En Italia, Agustín de Iturbide formó planes para regresar al país que le acababa de dar la espalda, y volvió en julio de 1824, acompañado de su mujer, dos de sus hijos, y un sacerdote. Allí fue capturado y juzgado. El 19 de julio de 1824 fue fusilado, y sus restos enterrados en la Catedral de México.

Doña Ana María, viuda del ex emperador, se refugió en Nueva Orleans, y de allí se fue a Georgetown, en las afueras de Washington DC. Pasó largo tiempo buscando consuelo en un convento, donde su hija Juana de Iturbide se hizo monja. Posteriormente se instaló en Filadelfia, y allí vivió los últimos años de su vida, tras ver morir a su hija Juana, y a su hija María Jesús. Una alegría sí le iluminó su exilio cuando su hijo Salvador se casó con Rosario de Marzán, una distinguida mexicana, pero menos le gustó que su otro hijo, Ángel, se casase con una estadounidense, Alice Green. Ana María Huarte, viuda de Iturbide, falleció en 1861, casi 40 años después de su marido.

Su hijo mayor, y heredero del ya desaparecido imperio, Agustín Jerónimo, había ido a Colombia al servicio de Simón Bolívar, que le tenía mucho aprecio, y luego fue adoptado por Maximiliano de Habsburgo, que fue elegido como emperador de México y que falleció trágicamente en Querétaro. Agustín Jerónimo murió, soltero, en Nueva York en 1866. Su hija ilegítima, Jesus de Iturbide, se casó con Nicolás de Piérola, Presidente de Perú.

Ángel de Iturbide, el que se había casado contra la voluntad materna con Alice Green, tuvo un hijo, Agustín de Iturbide y Green (a veces escrito como Grin). Éste sirvió en el ejército mexicano, pero fue exiliado por Porfirio Díaz, y se refugió, como ya lo había hecho su familia, en Estados Unidos, donde fue profesor de español y francés en la universidad de Georgetown. Falleció en Filadelfia sin descendencia en 1925.

Su primo, Salvador de Iturbide y Marzán, fue enviado por la emperatriz Carlota (viuda de Maximiliano de Habsburgo) a París; luego fue a Hungría, donde fue protegido por el emperador Francisco José de Austria, hermano del que fue el último emperador de México. En Hungría se casó con la baronesa Gisela Mikos de Taródhaza. La pareja se mudó a Venecia, pero él falleció de apendicitis de forma prematura en Córcega, donde se encontraba de excursión.

Salvador y Gisela habían tenido tres hijas: María Josefa, María Gisela y María Teresa. María Josefa pasaba pues a ser la heredera del legado familiar, aunque nunca se preocupó por reclamar el trono mexicano. Era una mujer muy religiosa. Se casó con el barón Juan Nepomuceno Tunkl von Auschbrunn und Hohenstadt, con quien tuvo dos hijas llamadas María Ana y Gisela, que fueron inscritas con el apellido Tunkl-Iturbide. La princesa María Josefa falleció recluída en un campo de concentración comunista en Rumanía, en 1949.


Su hija mayor, Ana María, rechazó sus derechos sucesorios y permaneció soltera, mientras que su hermana Gisela se casaba con el conde Gustavo von Götzen. El hijo de ambos, Maximiliano Götzen-Iturbide, vive actualmente una vida tranquila y políticamente inactiva en Australia, con su mujer e hijos. No obstante, es en ellos en quienes recae el futuro legado de la dinastía Iturbide.



lunes, 28 de septiembre de 2009

Presentación.


27 de septiembre .




27 de septiembre

Agustín de Iturbide, libertador de México

Para honrar a Iturbide bastan dos cosas, saber historia y ser justiciero”. F. Bulnes.

Salvador I. Reding V.

Tradicionalmente, México acostumbra a celebrar el inicio de su guerra de Independencia, el 15 de septiembre por la noche, pero, por razones meramente de fanático partidismo ideológico, hay un olvido oficial voluntario de la consumación de nuestra Independencia, e inclusive se ha llegado al grado de negar la historia documentada para desconocer al autor intelectual y material de ella.

Un sueño y un principio en 1810, la Independencia nacional, se convierte en realidad absoluta el 27 de septiembre de 1821, por obra de un joven militar que, demostrando una extraordinaria habilidad política, logra terminar el derramamiento de sangre y unir a anteriores adversarios en el Ejército de las Tres Garantías y al recién llegado nuevo Virrey, para firmar la existencia de una nueva nación y celebrarlo con una entrada triunfal a la ciudad de México ese mismo día.

Agustín de Iturbide fue el consumador de la Independencia, él reflexionó sobre las posibilidades de terminar felizmente la guerra, sobre cómo debería conformarse la nueva nación, de acuerdo a la mentalidad política de su época, y sobre cómo ganarse las voluntades de los líderes combatientes, para que se unieran a él en la consumación de la Independencia, obligando ello al Virreinato.

El Plan de Iguala, en el que se trazaba la nueva nación como Imperio Mexicano, fue obra sólo suya, y no producto de redacción colegiada de las partes interesadas. Iturbide proclamó dicho Plan y pidió la adhesión de combatientes y dirigentes políticos y sociales, que le fue concedida, destacándose como adherente el militar insurgente más hábil de la época, Don Vicente Guerrero.

Sin embargo, los enemigos ideológicos de Iturbide, representados básicamente por las logias masónicas, lograron hacer a México olvidar al consumador de su Independencia, y para ingenuamente sustituirlo se les ocurrió nombrar a Guerrero como el “verdadero” consumador.

La historia los desmiente. Guerrero era un buen militar, pero ni ganó la guerra ni hizo labor política; aceptó a Iturbide, y en el discurso a sus tropas, que se le atribuye en ocasión del abrazo de Acatempan, claramente elogió al señor Iturbide y se puso bajo sus órdenes. En todo el proceso político que siguió y concluyó con la firma del Tratado de Córdoba reconociendo la Independencia mexicana, no vuelve a aparecer Guerrero, sólo Iturbide; él firma este tratado con O’Donojú (finalmente también fusilaron a Guerrero).

No habiendo podido mantener acusación alguna contra Iturbide desde que traidoramente lo fusilaron sus fanáticos enemigos en Padilla, lo único que ahora logran decir es que era “ambicioso”. ¡Qué pecado! Todos los héroes tienen ambiciones, para su patria y sus ideales y, por qué no, para ellos mismos, ya que el mando, el poder y el reconocimiento público, son los medios para llevar adelante sus objetivos. ¿La ambición nulifica los méritos?

Bulnes, historiador liberal, de honestidad fuera de duda, escribió: “Para honrar a Iturbide bastan dos cosas, saber historia y ser justiciero”. Pero los liberales mexicanos del siglo XIX y los jacobinos trasnochados del siguiente siglo y sus herederos del Sistema, se empecinaron en desvirtuar la historia, ignorando a Iturbide y la fecha de consumación de la lucha que Hidalgo inició 11 años antes.


Hace ya muchos años, la fiesta popular más grande de México era la celebración religiosa de la festividad de San Felipe de Jesús, el 5 de febrero, pero para desvirtuarla, los liberales escogieron precisamente esa fecha, de entre los 365 días del año, para proclamar las constituciones de 1857 y 1917.

Pues lo mismo hicieron hace menos años, escogiendo el 27 de septiembre para celebrar la nacionalización de la Industria Eléctrica por López Mateos y buscarle un nuevo significado a esa fecha.

El día de la Independencia Nacional es el 27 de septiembre, y el libertador de México es uno solo, por la vía de la paz entre las partes beligerantes: Agustín de Iturbide. Lo contrario es antihistoria e injusticia, reminiscencias de un liberalismo masónico fanático del siglo antepasado.

Quienes afirman lo contrario, denigrando a Iturbide, tendrían que probarlo históricamente, pero los documentos de la vieja Patria Mexicana los desmentirían, y algún día deberán reconocer que la historia no se cambia por decreto, como lo han pretendido los detentadores del poder público en varias ocasiones.

Hidalgo (cura político), inicia y muere en el intento, tras haber sido emboscado y fusilado. Iturbide (católico seglar) consuma y muere también fusilado por designo de sus enemigos políticos, que no podían perdonarle haber logrado lo que ellos no pudieron hacer. El 16 de septiembre se inicia la acción militar independentista. El 27 de septiembre,

11 años después, la conciliación iturbidista consuma, con acciones políticas de los militares mexicanos, pero ya sin sangre, el nacimiento de la nación mexicana. Esto es la historia. Ahora falta la justicia de los mexicanos de hoy.


Misas en honor del Emperador de México Agustin de Iturbide.
































El Estado Laico y la Libertad Religiosa dia 2.