jueves, 3 de junio de 2010

Corpus Christi 2010.



• Ante miles de fieles, el Arzobispo de México reconoció los esfuerzos de la gente buena y advirtió que sin la presencia de Dios viviríamos en un mundo “irremediablemente absurdo”.

Felipe de J. Monroy González

La solemne Misa y la bendición de los niños durante el Jueves de Corpus Christi en la Plaza de la Purísima Concepción Tlaxcoaque y el Zócalo de la ciudad de México se vio coronada con las cuatro bendiciones eucarísticas que el Arzobispo de México y sus obispos auxiliares presentaron hacia todos los rincones de la diócesis capitalina; además, el Cardenal emitió dos mensajes pastorales para los fieles y los sacerdotes, a los unos les pidió continuar demostrando en su vida el espíritu cristiano y, a los otros, su fidelidad ante las adversidades.

Ante todo, llamó a ‘limpiar’ la atmósfera envenenada que acaba con el hombre y a reconocer la fe de muchos que intentan mejorar las condiciones de sus semejantes, atender los necesitados y cambiar favorablemente al mundo.

Durante la homilía, el Cardenal habló a los sacerdotes, les recordó la importancia de la Eucaristía en su ministerio y elevó sus oraciones para que, en el marco del Año Sacerdotal, el amor eucarístico que alimenta el ministerio apostólico persevere entre los consagrados: “que no falten los instrumentos dóciles y fieles que distribuyan el pan de la presencia, del sacrificio y de la promesa del Salvador”.

El Arzobispo reconoció que la Iglesia necesita sacerdotes pero afirmó: “y sabemos que nuestro Pastor no dejará de alimentarnos por su medio. Y a nosotros, sacerdotes, se nos renueva la invitación a que volvamos a dirigir nuestra mirada a la Eucaristía, fuente de nuestro ministerio”.

Luego de la solemne procesión con el Santísimo Sacramento recorriendo las calles del primer cuadro de la capital y la bendición Eucarística que los obispos auxiliares a todos los rincones de la ciudad; el Arzobispo de México emitió un mensaje final a los cerca de diez mil fieles que, bajo un inclemente sol, acompañaron a Jesús Sacramentado en todo momento.











“Estamos en medio de un mundo deshumanizado. Cuando el hombre no encuentra al hombre, pierde a Dios”, advirtió el Card. Rivera Carrera y aseguró que el Cuerpo de Cristo es fuente de humanización: “el Verbo encarnado baja del cielo para encontrarse cara a cara con sus hermanos los hombres, y camina con ellos, los guía de la mano para no sucumbir. Pero cuando la persona humana no quiere tomar esa mano, se hunde irremediablemente”.

El arzobispo lamentó la situación de muchos hombres y mujeres del mundo: “El hombre actual, sin frenos ni ataduras, vive ahogado en el error y la mentira, en la cultura de la muerte, en la irracionalidad del poder, en la cruel locura de la guerra, en el crimen y en la impunidad de la corrupción. El hombre ha perdido al hombre y se encuentra con la cara de la muerte y venera a la misma muerte y no al resucitado”.
















“Hay que limpiar esta atmósfera envenenada que sutilmente nos va matando, que mata la inocencia, la gracia y el temor de Dios... ignoramos la nobleza de nuestra personalidad, y la degradamos desenfadadamente… nos encanta más el lodo de la depravación”, lamentó y advirtió que sin la presencia de Dios, la humanidad viviría en un mundo irremediablemente absurdo.

En el espacio más sensible de la vida religiosa y política del país, el Arzobispo demostró que en México persiste la esperanza: “No todo está perdido. Existe en torno nuestra mucha santidad, mucha humildad, mucha oración”, reconoció la abnegada oración de las religiosas, la labor ejemplar de maestros, catequistas y evangelizadores, la vida ejemplar de matrimonios, la bondad de los padres que educan a sus hijos a pesar de las estrecheces económicas: “No toda la gente de la política, ni del poder ni de la enseñanza está perdida”, dijo.

El Cardenal envió un saludo a los maestros responsables, a los investigadores que no atentan contra el misterio de la vida, a doctores y enfermeras que no se prestan al homicidio, a los campesinos, obreros, empleados, empresarios que trabajan en la construcción de un México más digno; y hasta reconoció que hay políticos “que van contra corriente para dar testimonio de la verdad y se comprometen con los pobres sin populismos”.

“El bien siempre triunfará, aunque la bondad pase desapercibida”, anunció y concluyó: “Si nuestro mundo no se ha desplomado es por tanta plegaria y oblación que sube desde este valle de lágrimas hacia el Reino de la Gracia y de la Belleza de Dios”.

























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