viernes, 7 de agosto de 2009

Secretaria de la Congregación para el Clero en el dia de San José María Vianney



CONGREGATIO PRO CLERICIS

LA SANTIDAD ES SIEMPRE ACTUAL

Queridos Hermanos en el Sacerdocio:

En el fausto acontecimiento del 150 Aniversario del nacimiento al Cielo de San Juan Bautista María Vianney (4 agosto 1859 – 2009), quiero dirigirme a cada uno de vosotros con un renovado augurio de un buen Año Sacerdotal.

El Cura de Ars se coloca delante de nosotros como una figura excelsa sacerdotal de santidad, vivida no en la extraordinaria particularidad de las obras, sino en la diaria fidelidad al ejercicio del ministerio; habiendo llegado a ser modelo y “faro” para la Francia a comienzos del Ochocientos y para toda la Iglesia de todo tiempo y lugar, El es para cada uno de nosotros fuente de consolación y de esperanza, y lo es también en medio de las “fatigas”, que pueden llegar a nuestro sacerdocio.

Su total donación es un estímulo para nuestra entrega a Cristo y a los hermanos, a fin de que el ministerio sea siempre un eco luminoso de aquella consagración de la que proviene el mismo mandato apostólico y en él toda fecundidad pastoral.

Su amor a Cristo, cargado de humano y sincero afecto, sea para nosotros la fuerza para “enamorarnos” siempre más profundamente de “nuestro Jesús”: Sea El la mirada que buscamos al amanecer y la consolación que esté con nosotros durante la tarde, como también la memoria y la compañía de cada respiro cotidiano. Vivir como enamorados del Señor – siguiendo el ejemplo de San Juan María Vianney – significa tener siempre muy en alto la tensión misionaria, llegando a ser progresiva y realmente imágenes vivientes del Buen Pastor y de aquel que proclama al mundo: “He aquí el Cordero de Dios”.

El real “arrebato” espiritual del Cura de Ars, durante la celebración de la Santa Misa, sea para cada uno de nosotros una explícita invitación a estar siempre seguros del gran don, que nos ha sido entregado; tesoro que nos haga cantar con san Ambrosio: “… y nosotros, elevados a tal dignidad de consagrar el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, todo podemos esperar de tu Misericordia”.

Su heroica dedicación al confesionario, nutrida de real espíritu expiatorio y alimentada de la seguridad de haber sido llamado a participar de la “substitución vicaria” del único Sumo Sacerdote, nos mueve a descubrir la belleza y la necesidad – también para nosotros Sacerdotes – de la celebración del Sacramento de la Reconciliación. Es este, y bien lo sabemos, un lugar de real contemplación de las extraordinarias obras de Dios en las almas a las que El cincela delicadamente, las conduce y las convierte. Privarse de un tal “maravilloso espectáculo” sería una irreparable e injusta carencia, no sólo para los propios fieles, sino también para el propio ministerio, que se nutre del estupor que nace de cada milagro de la libertad humana, que dice “sí” a Dios.

Finalmente, el amor filial y cargado de delicadezas del Santo Cura de Ars hacia la Beata Virgen María, a quien consagró su Parroquia y se consagró él mismo, sea el estímulo en este Año Sacerdotal y siempre a fin de que resuene en nuestro corazón de padres, casi con obstinada fidelidad, el “aquí estoy” de María; su “para todo” y “para siempre” constituyen la única real medida de nuestra existencia sacerdotal.

¡Buena fiesta de San Juan María Vianney!

+ Mauro Piacenza

Arzobispo Tit. de Vittoriana

Secretario



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