miércoles, 1 de septiembre de 2010

El pulso de la Fe “México descompuesto”

El pulso de la Fe “México descompuesto”

A unas semanas de que inicien los festejos con motivo del Bicentenario de la Independencia, la nación se encuentra descompuesta y alterada por criminales, desde asaltantes en las calles, hasta bandas organizadas. Queremos que en el combate al crimen ganen las corporaciones policiacas, que se restituya el orden, la paz, la seguridad, pero todo parece indicar que el camino todavía es largo y está sembrado de abrojos.

El 4 de agosto el Presidente de la República, Felipe Calderón, se reunió con los dirigentes de las diversas iglesias y credos religiosos para solicitarles su ayuda. Nunca es tarde, queremos pensar, pero México ha sufrido severas agresiones a la Fe desde hace ya también 200 años.

En nombre de un mal-entendido Estado Laico se han perpetrado persecuciones contra la Iglesia, contra sus ministros y contra los creyentes. Se han cometido graves ofensas a Dios. Se han avalado leyes expoliadoras. Se hace uso de la ley para matar sin vergüenza, sin remordimiento, sin castigo. El Estado se ha desentendido de proteger al ser humano en gestación.

Esta criminalidad que se ha entrometido en nuestra historia es consecuencia de haber expulsado a Dios de la cosa pública, de las escuelas, de las industrias, del mercado, de la familia. Ahora se imponen sanciones a candidatos que nombran a Dios y se silencia la voz de los sacerdotes, se les relega al interior de sus iglesias, se les amordaza, se les injuria, se hace burla de ellos sin temor a una pena porque, bien se sabe, nada pueden hacer, pues, se dice, sólo son sacerdotes.

Los conventos y monasterios que las monjas construyeron con sus propios recursos, antes de la Independencia, han sido saqueados, están todos convertidos en museos, en oficinas públicas, en salas de espectáculos, porque las monjas fueron exclaustradas, arrebatadas de sus casas, arrancadas de sus propiedades y relegadas por el Estado al olvido, silenciadas, también desde hace un bicentenario.

A unas semanas de que inicien los festejos ya se viven los prolegómenos de lo que se celebrará con mucha música, con profusión de quema de cuetes, con antojitos y cervezas, con “mucho ruido pero con pocas nueces” como solemos decir desde hace también un bicentenario.

¿Qué pensarían los héroes de la Independencia de México, a 200 años del inicio de la lucha por alcanzar los ideales de una patria propia y soberana, al contemplar la descomposición que alcanzó esta nación en sólo un bicentenario? ¿Qué pudiera sospechar el Padre Miguel Hidalgo al ver que de Santa María de Guadalupe, cuya imagen él mismo enarboló como bandera, los gobernantes de 200 años después nada quieren saber? ¿Qué diría el Padre José María Morelos al conocer en lo que se transformaron sus “Sentimientos de la Nación”, diría que en verdad valió la pena ofrendar su vida por la independencia de México o que tal vez hubiese sido mejor dejar las cosas como estaban?
Los ministros de culto, entre ellos obispos y cardenales, que se reunieron con el Presidente Calderón se comprometieron a presentar propuestas prácticas, las que se les vayan ocurriendo, pero también prometieron orar mucho.

En medio de toda esta descomposición y en respuesta a los acuerdos tomados con el Presidente de la República, ya ha aparecido la primera propuesta, de la que aun poco se sabe pero que deberá irá creciendo pronto. Se trata de la “Jornada universal Santa María de Guadalupe, Escudo y Patrona de nuestra Libertad” que se celebrará el 8 de septiembre, en la Basílica de Guadalupe, de las cinco de la tarde a las diez de la noche y que incluye el rezo de un Rosario de ocho misterios mientras se recorren los lugares de las apariciones de la Virgen de Guadalupe que ocurrieran en este suelo en 1531.

Esta Jornada busca lograr que en México se respete la vida y que cese toda violencia, secuestros, crímenes, abortos e injusticias. Es así como se volverá a buscar refugio en el hueco de las manos de la Madre de los mexicanos, en el cruce de sus brazos. Cada quien, desde donde esté, será invitado a unirse en una oración dirigida a Dios Misericordioso por medio de su madre María de Guadalupe, la Virgen fundadora y forjadora de esta Patria.
México está descompuesto y es preciso retornar a la búsqueda de Dios, de lo sagrado, de lo divino, estar “juntito” a su Madre, reconocernos como hermanos con respeto y con gozo, caminar en el amor y construir juntos la “casita sagrada” de la civilización de la Cultura, del Amor, de la Vida. Hasta entonces podremos celebrar, no mientras vivamos acosados, asaltados, robados, asesinados, inmersos en un México descompuesto.



Roberto O’Farrill Corona

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